miércoles, 2 de marzo de 2016
Factores influyentes: La Escuela
La escuela influye en el desarrollo integral del niño, ya que no sólo interviene en la
transmisión del saber científico, culturalmente organizado, sino que influye en la socialización e
individualización del niño, desarrollando las relaciones afectivas, la habilidad para participar en
las situaciones sociales (juegos, trabajos en grupo, etc.), las destrezas de comunicación, las
conductas presociales y la propia identidad personal. Respecto a la identidad personal el niño
cuando entra en la escuela viene acompañado de un grupo de experiencias previas que le
permiten tener un concepto de si mismo que se va a encontrar reafirmado o no por el concepto
que los demás van a tener de él, lo que supondrá una ampliación de su mundo de relaciones.
En el desarrollo afectivo-social del niño, la escuela y los compañeros ocupan un lugar
muy importante. El comportamiento del niño está influenciado por el tipo de relaciones que tiene
con “sus iguales”. El lugar que ocupa en clase y las calificaciones que obtenga son indicadores
de su posición con respecto a sus compañeros, cuando se siente aceptado, el sujeto reafirma
su autoestima y autoconcepto, por el contrario, cuando existe rechazo, infravalora su propia
estima.
Ser querido-aceptado o no querido-rechazado condiciona nuestra vida, en los niños y en
los adultos. Sí soy aceptado, me siento seguro y mi autoconcepto es positivo. Si soy rechazado,
no aceptado, me siento inseguro y dudo de mis posibilidades y capacidades. El vínculo
afectivo equilibrado y estable hace que el niño-adolescente desarrolle un modelo mental positivo
y una conducta social-emocional adaptada.
Desde los 6 años, las relaciones con otros niños aumentan y se consolidan; así se van
formando las "sociedades" infantiles que son clave en el desarrollo de la autonomía infantil. Los
padres y educadores deben fomentar dichas relaciones, nunca inhibirlas para no interferir en su
consecución. Entre los 8 y 11 años pueden comenzar a manifestarse algunos trastornos de la
vida afectiva y lo hacen a través de dificultades de aprendizaje. Niños que hasta el momento
han mantenido un ritmo académico satisfactorio empiezan a cambiar, sus calificaciones se resienten
sin motivo aparente que lo justifique.
La vida afectiva del preadolescente se caracteriza por un afán de emancipación, independencia
y libertad, ya no es un niño y no quiere que se le trate como tal, quiere hacer lo que
le agrade sin que nadie le diga lo que tiene que hacer. A consecuencia de esto, la unión con la familia
es menor, se sublevan ante todo lo que representa sujeción y tutela, en casa se comportan
de forma extraña, no quieren salir con sus padres y se avergüenzan de ellos, los critican y
se inicia un distanciamiento comunicativo, pero al mismo tiempo tienen sentimientos contradictorios,
saben que dependen de ellos y que los necesitan pero su deseo de libertad e independencia
es más fuerte y eso les lleva a verles como "controladores de su vida".
Si a los cambios evolutivos, le añadimos problemas carenciales, ambientales-familiares,
los niños-adolescentes buscan un padre o una madre ideales, pero no suelen encontrar esa figura
y viene la decepción, entonces el profesor puede convertirse en ese ideal que no han
encontrado en el hogar familiar. El profesor debe comprender la situación y no rechazar esa relación
pero debe saber actuar para que no exista confusión en el niño respecto a los roles que
cada uno representa, debe ser consejero, orientador, educador, servirle de apoyo, etc. pero
nunca debe intentar “suplir” la figura del padre o de la madre. Siempre debe contar con los padres
y hacerles participar en el proceso educativo de sus hijos para evitar intervenciones, de la
escuela y de la familia, opuestas y contraproducentes. Actuando así, ambas instituciones contribuirán
a mejorar el desarrollo intelectual, afectivo y social del niño.
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Muy buen blog por su contenido y creatividad, ojala y sea aprovechado.
ResponderEliminarGracias maestra Rebeca esperamos que así sea... Saludos...!
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